miércoles, 6 de julio de 2011

He hallado el punto G

Luego de varios años de largas e intensivas búsquedas e indagaciones...
Por fin lo he encontrado:



...estaba en el asilo de ancianos:

Residencia para la tercera edad, Beit Golden Hill.
Barrio French Hill, Jerusalén.


Relacionado: Doble sentido?

sábado, 2 de julio de 2011

El Alquimista

Comentaba hace un par de anos que había visto una lista de los libros más populares en Israel, de la cual sólo me faltaba leer El Alquimista de Paulo Cohelo. Un conocido que estaba por tirar su copia a la basura me lo regaló. Así que me armé de valor y lo leí. Como sospechaba, no es la gran cosa. Un libro tedioso y repetitivo, que no para de martillarte 200 páginas con el mensaje que ya se entendió en el prólogo: crea en sí mismo, escuche a su corazón, cumpla sus suenos (su "historia personal" como lo llama Cohelo). Más que una obra literaria parece un libro de autoayuda.

Los personajes son inverosímiles. Empezando por el protagonista, Santiago, que estudió en un seminario para ser sacerdote, pero luego lo dejó para hacerse pastor por su gusto a viajar. Santiago emprende un viaje a las pirámides de Egipto. Con su educación es extrano que se sorprenda que existe un desierto de miles de kilómetros entre Tanger y Egipto. Bueno, vaya y pase si en el seminario no le ensenaron geografía, pero que tal algo de las sagradas escrituras? Cómo es que no reconoce el nombre del enigmático Malquisedeq Rey de Salem, mencionado en Génesis, Salmos y Epistola a los Hebreos (yo sólo conocía su aparición en Génesis, pero no estudié para cura!). Pero lo peor es el alquimista inglés, que viaja a cuenta de la fortuna de su padre, a pesar de su desesperación por llegar cuanto antes se traslada en camello. Por qué no se toma un puto avión y deja de quejarse ya? Cohelo podría haber salteado ese inconveniente ambientado la novela en tiempos remotos, ya que casi no hay referencias temporales, pero la sitúa a fines del siglo XX desde el prefacio.

El encuentro entre Santiago y Fátima, ese enamoramiento instantáneo tan platónico y exagerado suena falso y artificial. Que las damas me perdonen, pero parece que al pobre chico lo único que le hace falta es un buen polvo. Y qué me dicen del mensaje profundamente machista que le sigue? El sueno de Fátima como mujer del desierto, el sentido de su vida (su "historia personal"), es quedarse esperando a que su hombre vuelva. En comparación, la Penélope de Homero es toda una amazona.


Véase también:

lunes, 25 de abril de 2011

La obra de arte

Hace años sonaba con ese momento, tantas veces me había preguntado que se sentiría contemplando el lienzo original. Esa gran obra que más que ninguna otra representa la desesperación, expresa genuinamente el horror de la guerra, hace palpable la mutilación del espíritu humano. Y allí estaba, frente a mí, en su tamaño natural, el único cuadro en toda la pared de la larga sala, el único de todo el museo al que estaban asignados exclusivamente para él dos guardias, uno a cada lado. El Guernica de Pablo Picasso en el Reina Sofía, Madrid.

Y sin embargo, apenas podía sostener la mirada, no lograba concentrarme en la contemplación, la admiración, la sublimación que antes me inspiraran las réplicas en menor tamaño. Quizás porque en esos días ya me había saturado con los Goyas y los Velázquez, los Boscos y los Grecos. Pero no, no era eso, había algo que me distraía, otra obra de arte que desvía mi mirada. Entre la docena de turistas de distintas nacionalidades allí parados, solemnes y meditabundos, rindiendo culto a la pintura del genio malagueño, aguantándonos las ganas de sacarle una foto a pesar de la expresa prohibición, había una chica de unos veintipocos anos. Bella, aunque de una belleza sencilla y común, bien formada pero nada extraordinaria, estatura media, pelo castaño liso, rasgos faciales que no se asientan en la memoria. No la escuché pronunciar palabra que me sirviera de indicio, pero intuí que era italiana, no sé por qué, quizás por su vestimenta, quizás por mi sobredosis de arte renacentista. No era la Venus de Boticelli, pero tampoco tenía que serlo, porque como comprendí en aquel momento, no hay obra de arte por excelsa que sea que supere en belleza a una mujer bonita, no hay pintura, escultura, fotografía ni filmación que reproduzca la fascinación de una mujer en carne y hueso. Que tanto alboroto por unos tristes restos de toro y caballo, por ese cuadro viejo, descolorido y fatuo. Mejor salir del museo e irse a la playa.