lunes, 18 de enero de 2010

Ni aunque fueras el último hombre sobre la faz de la tierra

- No aceptaría salir contigo ni aunque fueras el último hombre sobre la faz de la tierra.
- Lástima, por que de hecho soy el último hombre sobre la faz de la tierra. O por lo menos el último hombre en varios miles de kilómetros a la redonda, quizás en otros continentes queden otros machos de la especie que sobrevivieron al holocausto nuclear, aunque te será difícil encontrar alguno sano y sin mutaciones.
- Siendo así, acepto salir a dar una vuelta contigo. Pero no te hagas ilusiones, sólo como amigos.
- No creo que sea posible. Para ser precisos, no soy el último hombre sobre la faz de la tierra, sino de bajo de ella, en este bunker subterráneo. No podemos salir a dar una vuelta, las radiaciones nos matarían en menos de media hora.
- Bueno, bueno, acepto entrar a tu casa a tomar una tasa de café, pero sólo una tasa de café, no te creas que vas a conseguir algo más.
- Ya estás adentro y no tenemos café, la semana pasada agotamos las reservas de café, té, leche achocolatada, cerveza, vodka y daikiri de frutilla. Esta rutina me está matando, por qué no pasamos a la siguiente fase ¿podemos acostarnos de una buena vez? Piensa que es por el bien de la raza humana, debemos procrear o corremos el peligro de extinguirnos.
- ¿Pero por quién me has tomado? No me importa si es el fin del mundo, soy una chica y necesito un poco de romanticismo.
- Esta bien, tienes razón, lo intentaré una vez más... Hola hermosa, que te parece si tu y yo damos una vuelta y nos conocemos mejor...
- Ni loca. No aceptaría salir contigo ni aunque fueras el último hombre bajo la faz de la tierra.

viernes, 15 de enero de 2010

Soy un embarazo psicológico

No, no es broma, soy un embarazo psicológico, ese fue el diagnóstico que le dio su psicoanalista a mi querida mamá cuando le anunció que estaba encinta. Lo que están leyendo en estos momentos en realidad no lo están leyendo, es un producto ilusorio de una psicosis materna que después de tantos años aún se niega a desvanecerse.

Me imagino qué clase de profesional emite semejante diagnóstico con seguridad, algo tan raro e infrecuente como un embarazo psicológico, sin tomar los pasos para descartar primero la posibilidad más común, obvia y natural: que mis padres hubieran enviado una carta a París encargándome a la cigüeña. Eso o la actividad sexual de mis progenitores (sobre la que imagino la psicoanalista habrá indagado, si no de veras hay que demandarla), había producido lo que la actividad sexual entre adultos del sexo opuesto suele producir: un embarazo. Supongo que en aquella época los tests de embarazo y los ultrasonidos no eran tan simples y accesibles como hoy, pero se me ocurre que habría sido una medida razonable evaluar la alternativa antes de emitir tal juicio. Pero bueno, cuando alguien está religiosamente convencido de que todo se puede y debe explicar a través de sus teorías y dentro de su área de conocimiento, suceden este tipo de cosas.

Algunos miembros de la familia se escandalizaron al enterarse de aquel embarazo por fuera del matrimonio, me pregunto si estos familiares no hubieran preferido que el diagnóstico fuera correcto. Su actitud me choca más que la de la psicoanalista, aquella al menos me concedía un aura de creatividad, ya desde el útero me ligaba a la ficción, me parece menos agresivo que negarme la vida por unos valores retrógrados y anticuados. Para tranquilidad de la flía, mi madre no dio a luz a un bastardo, mis padres contrajeron matrimonio civil y religioso unos meses antes de mi nacimiento. De chico mi madre me mostraba las fotografías del casamiento en Montevideo y de la luna de miel en Bariloche, me decía sonriente que yo ya estaba allí, observando todo con curiosidad a través del agujerito del ombligo. Yo me lo creía, me tomó años comprender que bromeaba. A veces me vuelve a asaltar la duda y doy gracias a Dios por no guardar recuerdos de la noche de bodas.

miércoles, 13 de enero de 2010

Cosmopolitan y Hermann Hesse

Trabajo nocturno en una zona tranquila y silenciosa por la que casi no pasa gente antes de la madrugada. Tengo que matar seis o siete horas sin otros medios de entretenimiento que la revista Cosmopolitan, edición israelí para el mes de enero del 2010, y la novela Siddharta (1922) del escritor suizo-alemán ganador del Premio Nobel, Hermann Hesse.

Una experiencia muy educativa y enriquecedora, a partir de estás dos inagotables fuentes del saber, en una misma noche aprendí que:

1. Lo que a los hombres más nos excita es sentirnos deseados.
2. La palabra OM tiene un gran poder espiritual, representa la unidad inherente de todas las cosas en el universo.
3. Si realmente quieres excitar a tu hombre pégale una palmada en el trasero durante el acto sexual, así le transmitirás que lo deseas por su cuerpo y no por su intelecto.
4. Pensar, esperar y ayunar. Esas son todas las habilidades que un hombre necesita para lograr cualquier meta que se proponga.
5. Por motivos evolutivos los hombres nos sentimos atraídos en forma instintiva a las mujeres de aspecto sano y con capacidad para procrear.
6. El saber es comunicable pero la sabiduría no. La sabiduría que un sabio intenta comunicar suena siempre a simpleza.
7. Las botas hasta la altura de la rodilla son el último grito de la moda en calzado femenino.
8. La iluminación no se puede obtener siguiendo ninguna doctrina ni a ningún maestro, ni siquiera al mismísimo Buda. La paz del espíritu sólo se puede alcanzar mediante la búsqueda independiente e individual.
9. Los hombres no disponibles son más atractivos. Por eso Justin Long es mucho más sexy desde que sale con Drew Barrymore.
10. El tiempo no es real, también el lapso que parece existir entre el mundo y la eternidad, entre el sufrimiento y la bienaventuranza, entre lo malo y lo bueno, [¿entre Hermann Hesse y Cosmopolitan?] es una ilusión.

lunes, 11 de enero de 2010

Volver al Edipo

La relación entre Volver al Futuro de Robert Zemeckis y Edipo Rey de Sófocles es tan obvia que resulta casi trivial mencionarla.

Edipo, advertido por el Oráculo de Delfos que su destino era matar a su padre y desposar a su madre, intenta evitar el cumplimiento de la profecía alejándose de su hogar en Corinto, partiendo hacia a Tebas. Sin saber que en Corinto era hijo adoptivo, mata por el camino a su verdadero padre, el rey de Tebas, y más tarde se une a su propia madre con quien procrea tres hijos-hermanos. Cuando finalmente se entera de cuanto la ha cagado se arranca los ojos y se exilia de la ciudad. La tragedia de Edipo, uno de los grandes clásicos de la literatura, se popularizó aún más a través de la interpretación de Sigmund Freud, quien vio en la obra de Sófocles una representación artística (sublimación) de lo que llamó Complejo de Edipo: el deseo de matar al padre y acostarse con la madre por el que, según él, pasamos todos a la edad de tres a cinco años.



Marty McFly no mata a su padre ni llega a consumar con su madre, pero por un período de tiempo llega a concretar perfectamente la fantasía del Complejo de Edipo, sustituir a su propio padre y ocupar su rol en su relación romántica con su madre. En lugar de matarlo, Marty cree estar salvándole la vida a su padre cuando evita que lo arroye un coche y es atropellado a su lugar. Pero de esta manera Marty quita a su padre de en medio, quedando en el mismo momento, el mismo lugar y la misma circunstancia que había desencadenado el enamoramiento inicial de su madre hacia a su padre. Para horror de Marty, las miradas de compasión y deseo de su madre hacia el pobre accidentado ahora van dirigidas a él.

McFly no viaja en el espacio, de Corinto a Tebas, sino en el tiempo, de la década del ochenta a la década del cincuenta. No lo moviliza el misterioso oráculo sino el aún más enigmático Doctor Brown con su máquina del tiempo, el DeLorean. Su esfuerzo por enderezar el curso del destino, no surge a raíz de la predicción profética del futuro, sino por los embrollos del viaje en el tiempo, la paradoja temporal que amenaza con eliminar su propio nacimiento. Me puedo imaginar a Sófocles leyendo con interés "La máquina del tiempo" de H. G. Wells, y escribiendo un guión similar. Estoy seguro de que si volviéramos a la antigua Grecia y le lleváramos una cámara filmadora, lo instáramos a mitigar su tendencia de dramaturgo trágico a arrancar ojos y repartir muertes violentas y horripilantes entre sus personajes, el resultado sería Volver al futuro. Aunque quizás se producirían algunas diferencias culturales un poco más bruscas si la Pepsi Diet, el Skateboard, el Rock and Roll y la nociva costumbre de mantener más de un televisor en la misma casa, se adelantaran de los años ochenta al siglo V a.c.

Un poco menos obvia y bastante menos comúnmente notada que la relación entre Volver al Futuro y Edipo Rey, es la relación entre Volver al Futuro II y otro clásico que según Freud también representa al Complejo de Edipo: Hamlet de William Shakespeare. Hamlet no puede matar a su padre, el rey de Dinamarca, y quedarse con su madre, puesto que su tío y hermano del difunto rey, ya lo ha hecho. El fantasma del padre asesinado se le aparece a Hamlet al principio de la obra y le ordena vengar su muerte. Pero a Hamlet, entre cuestionamientos existenciales, episodios de locura reales o fingidos, obra de teatro en la corte, viaje de ida y vuelta a Inglaterra, conversación con un cráneo y un largo etcétera, le lleva lo que puesto por completo en escena serían seis horas de drama, antes de darle muerte a su infame tío (y morir él mismo en la contienda, claro está). Según la interpretación freudiana, esa dificultad que tiene Hamlet para la acción no se debe a minucias existenciales, sino a que se siente identificado con su tío que ha puesto en práctica sus deseos más íntimos y censurables, atacarlo sería como atacarse a sí mismo. El tío y el sobrino representan la batalla de sentimientos encontrados que en la realidad se suelen dar dentro de una misma persona.



En Volver al Futuro II, Biff, el archi-enemigo de los McFly (padre e hijo), antiguo pretendiente de la madre en su época de adolescentes, viaja al pasado y lleva a cabo de modo literal y sin escrúpulos lo que Marty ya había hecho en forma más figurada y reprimida en la primera entrega de la trilogía, apartar al padre (lo mata) y quedarse con la madre. Aprovechando la misma codicia de Marty (codicia económica en sentido manifiesto y codicia sexual en sentido latente), se le adelanta en aplicar la idea de utilizar una revista del futuro con los resultados de los eventos deportivos, para hacerse millonario a través de las apuestas. Biff, al igual que el tío de Hamlet, comete el crimen, se hace con el reino y con la reina, mientras que Marty queda atrapado en un mundo de pesadilla, aunque más jocoso y no tan filosófico como el del trágico Hamlet. Biff lo hace todo mucho más explícito y brutal, como los implantes mamarios que confiere a la madre de Marty, pero el deseo es básicamente el mismo que el ya expresado anteriormente el propio Marty.

No sé por qué, pero me cuesta más imaginarme a Shakespeare dirigiendo una producción de Spielberg que a Sófocles, la Inglaterra del siglo XVII se me antoja menos propensa a las demencias futuristas. No importa, con Volver al Futuro III, la trilogía ya sí se aparta por fin de la tragedia griega y del teatro isabelino.