viernes, 18 de abril de 2008

Groqueando la risa

"Forastero en tierra extraña" (1961) de Robert A. Heinlein es una novela que fue muy popular entre los hippies de los sesenta, en aquella época alcanzó un estatus como novela de culto similar al de "Dune" de Frank Herbert y el de "El Señor de los Anillos" de J.R.R. Tolkien. El libro cuenta la historia de Michael, hijo de una pareja de astronautas, único sobreviviente de la primera expedición humana a Marte, que se cría entre Marcianos. Veinte años más tarde la segunda expedición lo trae a la tierra. En la primera parte del libro Michael se dedica a "groquear" a los seres humanos, es decir, a comprenderlos y a compenetrarse con ellos en profundidad. Una vez que completa tan ardua tarea, en la segunda parte se dedica a esparcir ideas revolucionarias sobre las relaciones humanas, la sexualidad, la religión, el canibalismo y la muerte.

La cualidad humana que a Michael más trabajo le cuesta groquear es la risa. Sólo después de groquear el concepto de humor, declara que su comprensión de la humanidad es completa. He aquí un extracto del libro (traducción propia):

Se pararon por un buen rato frente a una jaula que contenía una numerosa familia de monos capuchinos, mirándolos comer, dormir, cortejar, corretear desorientados por la jaula mientras Jill les lanzaba cacahuates a pesar de las señales de 'no alimentar a los animales'.

Le lanzó un cacahuate a un mono de estatura mediana, antes de que éste alcanzara a comerlo, un macho de de mucho mayor tamaño no sólo le robo el cacahuate, sino que le dio una golpiza y luego se marchó. El pequeñuelo no hizo ningún intento por perseguir a su atormentador, se agachó en la escena del crimen, apoyó sus patas traseras sobre el piso y rechinó su furia impotente. Mike lo miraba solemnemente. De repente, el mono maltratado se apresuró hacia el otro extremo de la jaula, escogió a un mono aún más pequeño, lo zarandeó y le dio una tunda más dura que la que él mismo había recibido, después de lo cual pareció relajarse. El tercer mono se alejó arrastrándose y lloriqueando, encontró refugio en los brazos de una hembra que tenía en su espalda uno más pequeño aún, un bebé. Los otros monos no prestaron atención a nada de aquello. Mike hechó la cabeza hacia atrás y se arrojó a reir y a reir de manera incontolable. Se detuvo para tomar aliento, le salieron lágrimas delos ojos, empezó a temblar y a hundirse en el suelo mientras seguía riéndose.

[...] He hallado por qué las personas se ríen. Se ríen porque duele tanto... porque es lo único que calma el dolor.”


No creo que Michael haya logrado groquear el humor en todas sus funciones y todos sus matices, pero no hay duda que muchas veces su descubrimiento resulta cierto: "¿De qué me río? Me río para no llorar".

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